Por: Alexander Ramirez Mendoza
Podemos definir la fórmula de la seguridad vial como:
(C + H) x A = Seguridad vial
Donde:
C = Conocimientos
Todo conductor debe tener determinados conocimientos para un buen desempeño en las vías, entre estos conocimientos se destacan: normas y señales de tránsito, sanciones y procedimientos de tránsito, seguridad activa y pasiva del vehículo, responsabilidad penal y civil en siniestros viales, infraestructura urbana y manejo defensivo, entre otros.
H = Habilidades
Además de los conocimientos, el conductor debe tener habilidad para maniobrar el vehículo de forma correcta, habilidad para la conducción eficiente y; precaución y alerta para ejecutar el manejo defensivo.
A = Actitud
La actitud hace referencia a la forma como el conductor evalúa cada una de las actividades que realiza durante la tarea de conducir y que se reflejan en su comportamiento. Por ejemplo el respeto por la norma, la empatía con los demás actores viales, la toma de decisiones frente al riesgo, el manejo de conflictos con otros conductores, manejo de emociones y el manejo de la tensión y el estrés mientras conduce.
(C + H) x A = seguridad vial
Los conocimientos y las habilidades suman pero la actitud multiplica
INTERACCIÓN DE LA APTITUD Y LA ACTITUD
Para establecer el desempeño en la conducción hay que tener en cuenta la interacción de dos componentes.
- Por un lado, el componente cognitivo y las habilidades motoras para el procesamiento de la información y para el control del vehículo respectivamente (APTITUD)
- Por otro lado, las motivaciones y las características personales y emocionales relacionadas con la forma de conducir (ACTITUD).
en pocas palabras el desempeño en la conducción es la consecuencia de la relación entre la aptitud y la actitud de los conductores.
El desempeño durante la conducción no se puede predecir únicamente por las habilidades ya que no siempre los conductores menos habilidosos son los que más peligro generan. Conductores con amplias destrezas para conducir pueden producir mucho riesgo por el exceso de confianza y la predisposición a involucrarse en situaciones riesgosas mientras conducen.
En los procesos de enseñanza y evaluación de la conducción se preocupan más por las variables que explican la conducción, desde el punto de vista de la ejecución de acciones, como la coordinación viso motora o el tiempo de reacción, pero no se preocupan o no tienen en cuenta las variables psicológicas, como son las respuestas emocionales.
Los siniestros cometidos por exceso de velocidad, maniobras peligrosas, conducir bajo los efectos de sustancias psicoactivas o por no respetar las señales de tránsito, no tienen nada que ver con la falta de aptitud sino más bien con la falta de actitud. No son problemas de habilidad o destreza, son problemas de comportamiento.
Un buen conductor sería aquel que conduce su vehículo de forma eficaz para lograr sus objetivos, y además vela por su propia seguridad y por la de las personas de su entorno, ya sean éstas pasajeros de su vehículo, peatones, motociclistas o biciusuarios.
Es necesario distinguir entre lo que el conductor sabe y puede hacer, y lo que el conductor quiere y está dispuesto a hacer. Lo que un conductor debe saber y poder hacer para conducir bien incluye acciones como mantener y conducir correctamente el vehículo e identificar correctamente el significado de las señales. Pero, de qué sirve que un conductor conozca las señales si no las respeta. En resumen: para conducir de manera correcta el conductor primero ha de saber hacerlo, y después ha de querer hacerlo.
Por esta razón, la educación vial se debe fundamentar en un modelo de cambio de actitudes que contribuya a mejorar la movilidad y reducir los siniestros viales. Estos programas se deben aplicar y evaluar en los diferentes programas de educación y seguridad vial impartidos a conductores en general, conductores profesionales, conductores infractores reincidentes y en programas de sensibilización para una movilidad segura en diferentes instituciones públicas y privadas.
Estos programas deben estar basados en la incidencia en el factor humano y en la formación para el cambio de actitudes. Este es el objetivo principal de la educación vial: transformar el comportamiento de riesgo en la conducción en creencias, hábitos y emociones favorables a la movilidad segura y eficaz.
Saludos;